Al final lo conseguí,
me he metido en tu cama dos noches seguidas,
dos noches en tu habitación
sin entradas ni salidas,
pero solo con la condición
tan dura
de hacer todo ello sin ti.
No te puedo engañar,
esto pierde todo su encanto
si tú mismo no estás
en tu cuarto;
por ello me decanto,
muy feliz supongo,
a dar esto por terminado,
y que por fin ya nada sea tuyo
y tu nombre no esté en mi paso
a la cocina o al cuarto de baño.
Con esto termino hoy con tus fantasmas,
y mis sueños por colarme
dentro de tus sábanas,
porque ahora ya no hay tus nada
y esta ya no es nuestra casa,
y aunque me rompe en cachitos
el alma,
esta es ahora mi cama,
y aquí ya no hay culpa
ni ilusiones tiradas.
xxx


Hace como no se cuánto
que sentí mi alma triste,
no estaba sola,
pero más solitaria
aunque insiste,
en no querer de verdad.
Ella vive aquí esperando
coger el siguiente vuelo,
y poder ir al refugio
dónde no hay pena,
ni llanto.
Cómo Ulises, supongo,
que se perdía lo bonito
que era el camino,
por pensar en terminarlo.
Y mi alma,
que no halla compañía
que le haga valorar
el día a día,
resultó no sentirte agusto,
(tampoco)
pensando en su hogar.
Y allá se perdió mi alma,
un lunes de octubre
diciendo dónde voy ahora,
a recuperar la calma,
si aquí no sé como hacerlo
y allí ya no lo recuerdo.
Ahora ni el camino
ni el destino.
xxx