Hace como no se cuánto
que sentí mi alma triste,
no estaba sola,
pero más solitaria
aunque insiste,
en no querer de verdad.
Ella vive aquí esperando
coger el siguiente vuelo,
y poder ir al refugio
dónde no hay pena,
ni llanto.
Cómo Ulises, supongo,
que se perdía lo bonito
que era el camino,
por pensar en terminarlo.
Y mi alma,
que no halla compañía
que le haga valorar
el día a día,
resultó no sentirte agusto,
(tampoco)
pensando en su hogar.
Y allá se perdió mi alma,
un lunes de octubre
diciendo dónde voy ahora,
a recuperar la calma,
si aquí no sé como hacerlo
y allí ya no lo recuerdo.
Ahora ni el camino
ni el destino.
xxx

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